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Mensaje  Osorio, J. Miér Abr 07, 2010 4:07 am

Las relaciones que este país tiene con el cáñamo es, más que de desidia, de hostilidad: fundamentaciones en argumentos banales, cimentándose en los tópicos destructivos hacia esta planta, crecen de forma masiva desde el prohibicionismo del siglo XX. En este artículo intentaré desvelar las trivialidades que dan forma a las injurias hacia el cáñamo, sus variantes y sus derivados.
Los principios del cáñamo suelen ubicarse en China, hace unos ocho mil años -en España se cultivó durante varios siglos seguidos con reconocimiento especial-. En la Grecia clásica se utilizó para suavizar y alargar conversaciones, mientras Hipócrates recomendaba “dormir sobre algo mullido, embriagarse de cuando en cuando y entregarse al coito cuando se presente ocasión”. El islam lo empleó hasta el siglo XIV, hasta que los fundamentalistas atacáronla tildándola de droga apóstata e infiel. En India fue y es utilizado para aliviar fiebre, insomnio, disentería, lepra, caspa, jaquecas, enfermedades venéreas y hasta tuberculosis, entre otras. Con el descubrimiento de América la planta se trasladó y aclimató con facilidad, donde ha convivido con sus más y sus menos en el Nuevo Mundo.
La marihuana potencia la imaginación, la relación social y la introspección. “Experimentos con animales muestran que aumentan la actividad cerebral reduciendo la agresividad. Los cinco sentidos captan lados inusuales de sus objetos, destacando entre ellos el oído, que se siente más inclinado a hacer o escuchar música. Muchas risas, cuando no incontrolables carcajadas, acompañan el acto de apartar las máscaras que la rutina ha adherido a nuestras personas y a lo demás del mundo. Pronto o tarde, junto a la jovialidad acaba apareciendo una lucidez crítica o mas bien autocrítica” (Escohotado, 1997. La cuestión del cáñamo). Uno de sus derivados más conocidos es el hachís -que se extrae al desprender los tricomas que recubren a las flores- que, antes de su prohibicionismo, contenían una cantidad de THC -La sustancia psicoactiva principal de la marihuana- mucho más alta que la propia maría. Comparándolo con ésta, es mucho más reflexivo y menos alegre.
Es increíble cómo hay una predisposición generalizada a asumir que la marihuana es una droga puente, es decir, asumir que tomarla abre las puertas para consumir otras sustancias adictivas y mucho más tóxicas. En 1894, el grupo Indian Hemps Drugs Commission elaboró un documento hecho por médicos indios e ingleses, donde no se vieron vínculos entre el consumo de cáñamo y el consumo de otras drogas. Otro estudio se realizó en la fiscalía de Nueva Orleans, donde revisaron fichas de 17.000 delitos y 75.000 faltas, sin encontrar ningún enlace entre marihuana y homicidios u otras acciones delictivas. Otra generalización popular es creer que la marihuana cree neurosis, cuando es bien sabido que esta enfermedad necesita una predisposición genética, no nace de causas externas. Otra propiedad del cáñamo es su mínima toxicidad, ya que el hecho de interrumpir uno o dos días el consumo basta para borrar tolerancias. Comparándola con otras plantas psicoactivas, que al ingerir sus hojas o flores dejan fulminado al consumidor, la marihuana es apenas tóxica: “A un perro que pesaba doce kilos le inyectamos dos onzas (57 gramos) de un extracto fluido de hachís en la yugular, esperando que fuese cantidad suficiente para acabar con su vida. Ante nuestra sorpresa, tras quedar inconsciente alrededor de un día y medio, el animal se recobró por completo. Nunca hemos podido dar a un animal una cantidad de cáñamo indio o americano suficiente para ocasionarle la muerte” (Escohotado, 1997. La cuestión del cáñamo). No diré que no puede llegar a ser mortal, ya que en un cuerpo humano, la asimilación de los 57 gramos sería mayor que en la de un perro, pero es muy poco probable que alguien se inyecte en la yugular 57 gramos de un fluido de hachís, si lo que quiere no es la muerte, a parte, de que la mayoría de los consumidores ingieren la droga por combustión -fumada-, así que, aún con altas dosis de cannabis, la intoxicación, permítanme decirlo, es ridícula comparándola con la de otras drogas, como el propagado alcohol o el extendido café – donde la presencia de alquitranes cancerígenos está a la orden del día-. Argumentos en contra de esta planta preservan la desfachatez hipócrita de la afirmación “la marihuana suscita decrecimiento de la responsabilidad, apatía y desinterés”. Si la damos por válida, entonces, ¿cómo detallar los problemas a los que se enfrenta un sujeto ebrio de alcohol? Extrapolemos esta supuesta afirmación: ¿deberían derogarse todas las leyes educativas – que tampoco quedan exentas de polémica-?. En la pluralidad de esta planta también se encuentra el aprovechamiento ecológico. La Declaración de Independencia de los EEUU fue escrita sobre papel de cáñamo, el más resistente e inalterable. Su siembra sistemática -no necesita abono especial y crece fácilmente en suelos difícilmente aprovechables por árboles u otras plantas- reduciría mucho la destrucción de bosques, como también la utilización de menos ácidos que se utilizan para procesar el papel obtenido a partir de maderas. Si a esta propiedad se le suma la utilización de las raíces para redes, estopas, velas; el ahorro en fibra textil -Levi Strauss fabricaba sus pantalones vaqueros con cáñamo, siendo incluso más aislantes y duraderos-; y la posible utilización del gran porcentaje de celulosa para crear metano, metanol y gasolina, economizando combustibles fósiles, hacen de este vegetal un elemento 100% aprovechable.
No se crean que abogo por la inmediata legalización de esta planta. En la totalidad de componentes que podemos ingerir de una manera u otra, hay que buscar el punto medio de todo lo que nos rodea. Si una droga se administra nefastamente, si no se ha controlado el uso moderado de ésta, habrá consecuencias tan fatídicas como irreversibles. El caballero Antonio Escohotado, del cual he sacado toda la información -no sin antes contrastarla con diversas opiniones-, defiende un uso cauto y cuerdo, la llamada “sobria ebriedad”. “Las drogas no son malas ni buenas, solo el uso sensato o insensato de las mismas”.





Javier Osorio Mancilla.
Osorio, J.
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